El predominio de la vida en la ciudad ha llegado actualmente a una etapa decisiva donde mas del 50% de las personas viven y trabajan en la ciudad. A principios de siglo esta cifra no superaba el 15%, y en América Latina estos números son muchas veces ampliamente superados donde esta concentración hace evidente las limitaciones jerárquicas de la tierra, que son ahora gracias a la cercanía de bordes visibles en una sola mirada. Junto a excesivas reglamentaciones y regulaciones de uso basadas en la propiedad jurídica de esta, el estado nos deja el consuelo del espacio público, rastro de algo que naturalmente nos pertenecía a todos y ahora es “lo que no es de nadie” o en otras palabras “lo que es del estado”. Todo tiene propietario, todo es propiedad de alguien, ergo para trabajar en el territorio tenemos que negociar con alguien, este ensayo propone “olvidar” por momentos esta situación y actuar mas deshinibidamente siempre con un tono y una estética provocadora a un cambio o por lo menos a una concientización de esta condición de la ciudad actual. Es entonces este nuestro primer objetivo, el cual se logra a través de objetivos secundarios a modo de invasiones en el puente da Guaíba y los alrededores con modos ajenos al sistema de propiedades, osea “sin preguntar” al propietario. Se genera una serie de cambios detonadores en el lugar y se genera un manual de “nopropiación” de espacios para que otros sean quienes ejecutan el proyecto de la manera menos inducida posible. Reclamar el espacio público invadiendolo puede parecer agresivo pero si lo vemos desde una perspectiva de la propiedad creamos entonces un silogismo muy simple: si es de todos es entonces mio por lo tanto me corresponde una parte. Exactamente 19,3 m2.